Mar 23, 2011

estos días te quiero más que antes


estos días te quiero más que antes. pienso en ti muchas veces -como siempre- pero ahora no llegas tú a mi cabeza, sino algo más que me recuerda a ti, una canción, la luz del sol en el jardín, una taza de té. los veo sin verlos, y de pronto me llega esta sensación de ti, de cuando estabas aquí, de tu cuerpo vivo y caliente. y se me abriga el corazón con un baho cálido y pasajero, y me siento feliz.

estos días te quiero más que antes. el silencio ha dejado de asfixiarme y la distancia me parece cómodo accesorio de los tiempos. no siento tu ausencia ni el vacío inmenso que aquí dejas. todo es como debe ser y todo está en su lugar sin duda. la mañana y su viento soleado ocupan el silencio, y el aire y los árboles de colores ocupan el espacio. tu estás aquí divinamente omnipresente, dentro y fuera míos, sin invadir mi intimidad, acompañándome.

estos días te quiero más que antes. se me ocurren mil preguntas para hacerte. quiero entenderte. comprender de pronto toda tu existencia y tu sentido. pero al siguiente instante me parece que ninguna pregunta puede pedir-te en respuesta. si llego a comprender-te será siendo paciente, dispuesta, sensible, silenciosa, y te deje ser, cerca mío, cuando se pueda. no debo adelantarme a tus relatos.

estos días te quiero más que antes. he dejado de imaginar sobre ti o tus silencios. los significados que extraje del imaginario amoroso se han esfumado y no ha quedado nada para interpretar lo ininterpretable. ahora pasan los segundos y simplemente estás presente, más abajo, más profundo, en un lugar propio, separado de un simple pensamiento de consuelo o de placer imaginado.




Últimamente me da por ver las nubes moverse. Miro fijamente un pedacito del contorno de alguna y observo detenidamente cómo se mueve, hacia dónde va. Son enormes. Puedo sentir que a esa altura los vientos son ráfagas mortales que a ellas apenas les impulsan en su viaje atmosférico. Y este movimiento no me parece diferente del que está animado por la vida, del movimiento de un animal o del mío mismo. Me sucede con los árboles también, pero el contrario. Los miro quietos en el prado, recibiendo el sol, o el agua. Apenas se mueven. Y sin embargo están tan vivos. Por dentro de sus cortezas hay una ciudad de células con avenidas y calles, tejidos y recovecos, funciones y procesos. Y afuera la calma. Sus hojas brillan con un verde tan hermoso que lloro por dentro al verlos. Su quietud me conmueve y me doblega hasta el nivel más simple de amor puro. Me siento tan humana y tan sola. Me envuelve la soledad de todo el Universo, y de este mundo azul suspendido en la oscuridad total, existiendo en un segundo que nunca fue.