Apr 10, 2011

máscaras I


E
l huidizo mantiene a determinada distancia al masoquista, si se aleja, lo acerca, si se acerca demasiado, lo aleja. En respuesta, el masoquista se autocompadece por sentirse lejano, ignorado. Se calla implorando atención, pero no se va. El dependiente aviva de nuevo el vínculo, parece hacerlo íntimo. El controlador se alegra de estar de nuevo en el juego.

Parece que reaccionamos mucho más de lo que pensaba. Me pregunto si algo entre nosotros nace de nosotros mismos.

Apr 5, 2011

ser uno mismo más allá de la herida



H
ace algunos días me topé de casualidad con un libro que se llama "Las 5 heridas que impiden ser uno mismo" (Lise Bourbeau, Ed. Diana). Leí un par de páginas y lo compré inmediatamente. Tardé muy poco en leerlo, es una lectura muy ligera, clara y amena. Pero sobre todo, es apabullante.

El argumento central del libro es que, cuando uno nace, y es muy pequeño, simplemente ES. Los adultos se ocupan de mandarnos mensajes sutiles con los que nos indican cómo debemos actuar para "satisfacerlos". En ese proceso, nos damos cuenta que no podemos simplemente ser "nosotros mismos", sino que tenemos que desarrollar "máscaras" que nos permiten ser aceptados por los demás. Las máscaras se arraigan hasta el grado en que creemos que nosotros somos así. Pero son en realidad protecciones para no revivir las dolorosas experiencias de la primera infancia: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.

Las 5 heridas anteriores no deben tomarse literalmente. Una persona que sufrió la herida de abandono, por ejemplo, no necesariamente fue abandonada físicamente por sus padres, sino que el sentimiento de abandono se puede formar como producto de muchas experiencias diferentes, que no necesariamente significan un abandono físico. En el caso de un abandono literal, la herida puede ser muy profunda y por lo tanto la máscara será contundente.

A cada herida le corresponde una máscara. Y he aquí lo sorprendente de la lectura: podemos vernos reflejados con precisión en las características de las diferentes máscaras. Todos conocemos a alguien controlador (herida de traición) o a alguien que parece nunca destacar (herida de rechazo), y hasta podemos vernos a nosotros mismos -o parte de nosotros- retratados con fidelidad en cada máscara. Todos tenemos las 5 heridas, en mayor o menor grado, y conforme la herida sea más profunda, la máscara será más evidente. La correspondencia de las heridas y las máscaras es la siguiente:

Herida de rechazo - máscara de huidizo.
Herida de abandono - máscara de dependiente.
Herida de humillación - máscara de masoquista.
Herida de traición - máscara de controlador.
Herida de injusticia - máscara de rígido.

Las máscaras tampoco deben tomarse literalmente. El huidizo, dependiente, masoquista, controlador y rígido no lo son en sentido literal, sino que actúan de manera muy sutil reafirmando su máscara, con lo que nos defendemos del mundo, y tratamos de evitar volver a vivir las dolorosas heridas. Por ejemplo, el masoquista se ofrece de ayuda a los demás, pero esto finalmente le causa problemas, y sin embargo, lo sigue haciendo.

Además de la correspondencia de heridas y máscaras, la forma de nuestro cuerpo está relacionada con la herida más profunda que experimentamos. Seguramente a ustedes también les ha sucedido que han conocido gente que tiene una forma de cuerpo que va perfectamente con su personalidad. O su forma de caminar, o sus problemas con el subir/bajar de peso. Bueno, esto también es producto de las heridas. La correspondencia de las heridas con la forma del cuerpo es la siguiente:

Rechazo: cuerpo contraído, angosto, delgado, fragmentado.

Abandono: cuerpo largo, delgado, sin tono muscular, jorobado, piernas débiles, espalda encorvada, brazos de apariencia demasiado larga y pegados al cuerpo, partes del cuerpo caídas o flácidas.

Humillación: cuerpo grueso, rollizo, talla corta, cuello grueso y abombado, tensión en el cuello, en la garganta, en la mandíbula y en la pelvis. Rostro redondo y abierto.

Traición: cuerpo que exhibe fuerza y poder. En el varón, los hombros son más anchos que la cadera. En la mujer, la cadera es más amplia y fuerte que los hombros. Pecho y vientre abombados.

Injusticia: cuerpo erguido, rígido, lo más perfecto posible. Bien proporcionado, glúteos redondos, talle corto ajustado por la vestimenta o el cinturón. Movimientos rígidos, piel clara. Mandíbula firme, cuello tieso. Erguido con orgullo.

Además de la forma del cuerpo, el libro describe a detalle otras características relacionadas con cada herida: los principales rasgos del carácter, el progenitor que la inflinge, el vocabulario usado comúnmente por la persona, el temor más grande que experimenta la persona, la forma de alimentación y las enfermedades que es más propenso a sufrir.

¿No resulta perfectamente creíble -y lógico- que nuestra profunda psique se forme al tiempo que nos volvemos "persona" y ésta se refleje en nuestro cuerpo (nuestro interlocutor con el mundo físico) y la forma cómo lo nutrimos, lo movemos, las palabras que usamos, etc.? ¿No resulta perfectamente creíble que nos formamos en función de aquello que más tememos vivir?

Bien dice la autora que el ego intentará impedirnos ver nuestras heridas. Al fin y al cabo la función del ego es ahorrarnos ese dolor. Sin embargo, si nos animamos a aceptarlas, todo queda mucho más claro de pronto, con nosotros mismos y con los demás. No hay que olvidar que nuestros padres sufren las heridas que sufren porque les fueron inflingidas por sus padres a su vez. También, la autora hace una anotación interesante: ya que has identificado tu herida o tus heridas principales, es importante que sepas cuándo eres tú mismo y cuándo estás reaccionando en función de ellas. Esto me parece fundamental. En el momento en que reaccionamos, estamos actuando a merced de la herida, dejamos de ser nosotros mismos, somos presos de nuestro temor, actuamos automáticamente, como si entráramos en stand-by y la vida ocurriera afuera de nosotros. En cambio, cuando somos nosotros mismos, actuamos en conexión con un sentido de autenticidad, auto-aceptación, amor a nuestras heridas y abrazamos el momento de manera inconcidicional. Quizá únicamente en ese momento somos libres de nosotros mismos.