Jun 4, 2011

indagaciones



Si hay algo que nos caracterizaba a mí y todavía a mi familia (padres, hermano), y que durante casi 30 años de mi vida fue un elemento esencial en mi personalidad y en mi manera de ver el mundo, era la resistencia a las cosas. Siempre buscar que las cosas sean como uno quiere, y hacer todo lo posible para ello. Si no es así, molestarse, manifestar la inconformidad según la "importancia" del asunto, a mayor importancia, mayor molestia si la situación no era como uno deseaba. Y hasta quedarse en el "debí hacer esto... hubiera hecho esto otro", por semanas, meses, hasta años.

Éste es un rasgo característico de las personalidades controladoras, que buscan que todo sea como se desea, que tratan de manipular todo lo posible, personas, sucesos, situaciones, resultados, en fin, todo lo que esté al alcance de la mano para ser modificado y que el resultado sea como uno desea. La personalidad controladora sufre permanentemente, pues no acepta la realidad que encuentra, sino que la imagina diferente, ahí experimenta frustración, e inmediatamente se autoimpone la labor de modificar la realidad al juicio personal, siempre creyendo que "es el correcto", y en función de esto poniendo en marcha sus recursos, para provocar en las situaciones el resultado deseado. Si el resultado es el deseado, la personalidad controladora se regocija momentáneamente, hasta que decide que es hora de seguir controlando.

En la familia tenemos una broma local que es sobre la manía de buscar cosas imposibles. Esa marca de pantalón y ninguna otra, ese color de maquillaje y ningún otro, esa situación repetida mil veces con precisión escandalosa, en fin. Una especie de obsesión por las cosas más difíciles de alcanzar, y que no tienen importancia al fin y al cabo. En general, nos mostrábamos aprehensivos y quisquillosos de las cosas, eligiendo con sumo detalle todo, con una indecisión abrumadora hasta antes de decidirnos, y al decidir por fin, pensar un minuto después que la decisión debió ser diferente. Es una forma de ser verdaderamente agotadora, uno vive esforzándose permanentemente, en un juego de aunto premio y auto castigo, como en una prueba de desempeño que nunca es aprobada ni reprobada del todo.


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