Jun 14, 2014

M

Fue un hombre que conocí hace algunos meses.  Apenas lo vi me pareció atractivo.  Alto, delgado, entrado en años, y lo que me pareció muy, pero muy sensible.  Con aire de jesuita. No disponible.  Me recordó mucho una parte de mi padre, la más vital y creativa, la que ya casi no está. Sentí que podía amarlo incondicionalmente, me imaginé suya. E inmediatamente me retiré la posibilidad de amarlo, ni siquiera en secreto.

Estando cerca de él, algo totalmente nuevo me ocurrió.  Algo que no me había ocurrido con esos hombres que me gustaron tantas veces antes. Pude notar cuánto me atraía, pero esta atracción no me hizo hacer nada. Nada. No me acerqué menos o más a él, no le hablé menos o más, no traté de que me percibiera de tal o cual forma. Sin embargo, sí lo observé, obscena, lo observé.  Hablé con él normalmente, convivimos, y mientras lo escuchaba, dentro mío estaba muy callada, con ojos muy abiertos, observándolo. Como un predador observa a su presa. Más no era mío para devorarlo.

Noté despejado el camino de pensar que él sería la respuesta a todos mis pendientes con el amor, la vida juntos, la plenitud, y, por qué no, la familia.  Y así conscientemente no tomé ese camino.  Noté también despejado el camino del arrojo y la estrategia para decirle, "tú me gustas", y también por qué no, seducirlo. También ahora dejé pasar esa opción.  Me quedé en silencio observándome ante esto. Me imaginé sin nada qué ocultar, y sin nada qué decir.  Cuando me tocó, replegué inmediatamente mi gana de dejarme ir. Ante la admiración sacrificada, sólo me quedó el asco. Y el pánico a su no.

¿Y qué sucedía conmigo, frente a él? ¿Que era eso de darme toda yo, perderme? ¿Qué hueco quería que él quitara?  Qué aparentes fortalezas me imaginaba que él tenía, que fueran mis debilidades. ¡Era todo artificial, construido por mí, todo, absolutamente todo, era inventado!  ¡Qué tarde en la vida para hacer este descubrimiento!, ¡qué tarde para ver que armo la vida perfecta en mi cabeza, ignorando por completo la realidad! ¡Qué placentero (ad)mirarlo sin desear poseerlo, seducirlo! ¡Qué placentero quedarme sentada en el presente!

Pasé días deseándolo y sin bloquearlo. No hubo secreto pues estuve enterada de todo lo que sentí. Llegó una pequeña prueba.  Realizamos un ejercicio intenso, profundo.  Llegué a un curioso estado entre llanto y risa.  Sudé mucho, mis ojos estaban cerrados.  Se acercó, escuché su voz.  Puso su mano en mi pecho y me acompañó a respirar.  Respiré.  Traté de no irme con él de cabeza. Terminamos. Se acercó y me miró fijamente. Luego, entre alguna palabras, dijo, ¡te quiero mucho!. Me estremecí.

Traté de no desechar sus palabras, como protección. Ya no necesito la adrenalina de revelarme antes de la guillotina. Nunca hubo nada qué decir. Me eres muy atractivo, es una frase muy larga que no se dice.  Le dije, yo también, y nos abrazamos alegremente.  El resto del debate ocurre sólo para mí y dentro mío.

Jun 6, 2014

el fin de la angustia

Es curioso llegar a casa y sentir que no perteneces a ella, que no perteneces a ningún lado porque no puedes pertenecer a las cosas, porque aunque te gustan mucho, las cosas siguen siendo eso, cosas, y de pronto te queda claro que las cosas van a pasar y tú vas a quedarte, o al contrario que tú vas a pasar y las cosas se van a quedar atrás. Me doy cuenta entonces, que día a día construyo esta relación con las cosas para llenar este vacío, para sentir que puedo amar lo que sea, las paredes, los pisos, los muebles, los objetos, que al llegar a casa y encontrar sólo silencio invento una voz para escuchar, y se la pongo a las cosas para que ellas me hablen, para creer que me dicen bienvenida, cómo te fue, como éstas, me da gusto verte, te abrazo, te quiero. Pero ahora los días afuera han sido muchos y al regresar a casa ya nada me ha hablado, ni las paredes, ni los pisos, ni los muebles, ni las ideas que tenía, ni los proyectos, ni los planes, ni los sueños, esta vez al llegar a casa no me ha hablado nada. Me he quedado en el silencio antes de ponerle voz a las cosas y me dado cuenta que como son cosas no pueden decirme gran cosa.

Saludé a los animales, en especial a mi gatita. Quizá ella es lo más cercano a una familia que yo siento, lo más cercano a una presencia viva, amorosa, cálida, que me recibe, sin embargo con ella tampoco hablo. Sólo la acaricio y nos acurrucamos juntas y su discreta compañía me remite de nuevo al silencio, un silencio interior que nace de no tener a dónde pertenecer, ni a quién pertenecerle tampoco. 

Hoy no tengo ganas de hablar con los espíritus. 

Por un momento pienso en refugiarme en lo sutil y que me salve, voy a meditar, pienso, voy a cantar unos mantras, voy a sentarme en contemplación, voy a leer un buen libro. Voy a hacer cualquier cosa que yo misma aprecie como buena, para sacarme de este estado de soledad y de vacío que ahora estoy percibiendo. Me detengo. Parece otra evasión. Tal vez sería más honesto de mi parte irme a comer una dona la cocina. Siento unas remotas ganas de llorar que se acercan lentamente como cuando sube la marea en las tardes en el mar.

Me cuesta mucho encontrar lo genuino. Todo lo veo como una evasión, como la tapadera para cubrir algo malo, como una estrategia para no sentir lo doloroso, como una forma de querer darle sentido a tu vida para que al menos cuando te mueras digas mi vida tuvo sentido. ¿Pero qué sentido particular realmente amerita dársele a la vida? (Todas las justificaciones me parecen de alguna forma excusas inventadas por el ego para sentirnos bien con nosotros mismos) las personas que regresan de la muerte dicen que el único sentido de la vida es amar, que si nos podemos llevar un tesoro al otro plano es aquél de cuánto amor experimentamos en esta vida.

Y es ahí donde me quedo muy corta.  Es ahí cuando me recuerdo que mi amor es muy rústico, muy pequeño, muy poco. No sé si puede llamársele amor o es simplemente una forma de controlar, de querer buscar un lugar, de querer ser escuchado, de no querer quedarse solo, de no querer ser rechazado. Amar no puede ser desear el fin de la angustia. Amar no puede ser desear escuchar un te quiero y así no escuchar el silencio interior y exterior en ausencia de esas palabras. Amar no puede ser un acto de escapismo de uno mismo. Todavía no entiendo qué es el amor ni cómo se siente. Pero algo me dice que amar no es un acto de evasión.

¿Llegamos entonces a realmente amar a otros? ¿Llegamos a desear su bien, a desear que sean como quieran ser, a respetarlos en su forma de ser, a celebrar su forma de ser, la que ésta sea, a tratar de aprender de ella, a quedarnos silenciosos cuando algo nos resulta desagradable, sin adelantarnos a desacreditar lo que nos desagrada? ¿Llegamos a desear su más alto bien, a no sentir envidia, a no sentir odio, a no sentir ira, llegamos a eso? ¿Llegamos a no desear poseerlos, a no desear que nos obedezcan, a no desear someterlos, a no verlos como una amenaza, a no verlos como algo inferior a nosotros? 

Tal vez como no sabemos amar nos conformamos con divertirnos. Con reírnos y así creer que estamos alegres. Con sentir placer y así creer que somos felices. Con entregarnos al otro, y decirle te doy todo de mí para olvidarnos de nosotros mismos.  Pero habremos de volver para aprender lo que no hemos aprendido. Nos dirán, "debes volver pues todavía no has comprendido qué es amar y no has amado". Y quizá llegue un momento en que nos demos cuenta que ni toda la risa del mundo, ni todo el placer, ni toda la entrega, se asemejan al hipotético instante profundo en que realmente amamos. 

Voy de nuevo a las fórmulas. Si hubiera una técnica, si hubiera una lectura, si hubiera un cristal, si hubiera una forma que pudiera insertar en mí la capacidad de amar, lo juro que lo haría. Pero desde antes de empezar ya he terminado. De nuevo he querido poseerla, controlarla, resolverla, que sea mía, esa fórmula que me solucione esto, que mágicamente me enseñe a amar, que yo realice un método y como resultado sienta en mi corazón una sensación totalmente nueva, una sensación que nunca he sentido antes.

Que no es miedo a estar sola lo que estoy sintiendo, que no es un impulso de dominar antes de que me dominen, que no es una autoconmiseración demostrada para que se apiaden de mi, que no es seducción para que el otro me desee poseer, que no es rendición ante el miedo absoluto al rechazo. Que no es nada de esto ni tantas otras cosas que confundo con aquello. Que tenga yo toda claridad de que estoy sintiendo eso solo. Que tenga yo la certeza de que estoy amando.

May 23, 2014

viajes interiores, viajes exteriores 2

de pronto, a mitad del viaje, sin comprender muy bien de dónde había venido la fuente, se esfumó esa necesidad de juzgarlo todo, de ser el alma de la fiesta, de entenderlo todo, de demostrar nada. hubo algo de silencio (claro, también cerré mi bocota deliberadamente). empezaron a aflorar los patrones, míos y de los demás. me sentí tranquila. estuve más presente. disfruté más. estuve menos aprehensiva. solté un poco más. escuché las enseñanzas y no traté de comprenderlas, integrarlas y aplicarlas. simplemente las escuché. me di cuenta de cuánto me falta, de lo pequeña que soy en mi evolución espiritual, de lo ambiciosa que soy en mi evolución espiritual.

me hizo falta hacer ejercicio. sacar. gritar. me hizo falta mi terapia. se agolpó el rechazo y odio que sentí por los demás. la envidia. noté que me faltaban formas de sacar eso. pero como dije antes, algo se acomodó y el ruido se silenció dentro y fuera de mí. me vino entonces un hilo de razonamiento. es el siguiente: la poderosa mente arma la realidad que vemos enfrente de nosotros. llena de interpretaciones, necesidades, máscaras y manipulaciones, está la mente dirigiéndonos. algunos, como nuestro guía, tienen la suerte (y cualidad interior) de recibir los mensajes más sublimes del Universo visible e invisible. también para ello utilizan la mente, pero muy domesticada. al resto de nosotros nos queda algo lejano ese recurso. la mente nos domina y los domesticados somos nosotros ante ella.

¿cómo burlaremos la mente para ver qué hay más allá de ella? ¿cómo veremos lo que hay si no tendremos mente? a la primer pregunta me respondo que es necesario escapar a la mente para trascendera. a la segunda pregunta me respondo que no lo sé, pero que es posible. aún aquí, dentro del cuerpo humano. entonces comprendí el sentido de la varias prácticas espirituales: repetición de mantras, meditación vipassana, danza sufí, tai chi, qi gong, meditación zen, vida monástica, voto de silencio, contemplación de la naturaleza, escuchar un koan, etcétera. todas estas prácticas tienen el objetivo de burlar a la mente, al menos dominarla, acallarla, para que deje de estorbar, para que nos deje experimentar la realidad con eso otro que no es mente.

¿y qué es eso otro? no es posible responder en esta forma escrita.

viajes interiores, viajes exteriores 1

estuve de viaje por un par de semanas con un grupo de 20 personas. el sentido del viaje era espiritual. visitamos varios lugares con historia y significados espirituales, relacionados a personajes del pasado que ahí sembraron intenciones, energías y conciencias de crecimiento espiritual.  para mi sorpresa, el guía del viaje nos habló muy pronto de la intención del viaje de la vida: ver nuestra máscara, ver nuestra sombra, observarlas, enfrentarlas, trabajarlas, atravesarlas.  me sorprendí pues es exactamente lo que veo en la terapia y los entrenamientos, pero en aquellos casos sin tónica espiritual.  no evidentemente, al menos. me sentí entonces en sintonia con el trabajo espiritual que se nos proponia durante el viaje.

sin embargo, me observé dispersa y ruidosa, exaltada y controladora, a medida que convivía con los compañeros de travesía.  fui guiñapo de mi ego por varios días. reaccioné. juzqué. taché. me hice la graciosa con mucha eficiencia. me burlé. cuidé mis formas, mis palabras. busqué descifrar a las personas. tú eres así, ya te he descifrado. tú tienes este problema. tú no quieres ver esto, pero yo sí lo puedo ver. y así me desenvolví varios días. fue ensordecedor.

mi compañera de cuarto, una mujer joven y atractiva, con gran gusto por la ropa, los objetos, etc., me recordó algo repugnante que me apuré a etiquetar. cuando me relató que tomaba cursos de sanación con sanadores famosos del extranjero, herví de envidia. me observé. no podía ver nada más que la envidia. esta persona superficial y con sonora forma de roncar estudiaba sanación con los más destacados. se decía ser una sanadora. por supuesto no le comenté nada de mí ni de mi búsqueda de sanación. así la castigué, así me vengué por lo que ella tenía y yo no. al menos así lo veía yo. qué tenía o no tenía cada quién era punto y aparte.

nada fue casual. ni que me tocara ella como compañera de cuarto ni que me fuera repulsiva su forma de ser. los demás compañeros del grupo llegaron a decirme que ella "me estaba robando el lugar" con sus chistes y ocurrencias. también me di cuenta de que su control avasallador me asfixiaba, y pensé que seguramente mi control avasallador asfixia a R. así como ella me atosigaba con sus preguntas y reloj despertador, así yo atosigaría a R con mis preguntas y lo que quiera que fuese. dicen que lo que te choca, te checa. sólo hay qué buscar por dónde es que te checa. no necesariamente es evidente.

continué observando. me costó mucho, pero continué observando.


noticia

en este pesado caminar han habido muchas revelaciones.  la situación me ha llevado a observarme y cuestionarme cosas que nunca pensé sería necesario tocar.  pero por algo ha sucedido todo esto y las he tocado.  no puedo mentir. me cuesta conciliarme con esta realidad. la sigo negando. sigo resistiéndome a aceptarla, y en esa resistencia, deseo modificar la situación, alterar mi manera de relacionarme con ella, y también alterarla a ella misma, vaya, en la expresión más ambiciosa: resolverla. este deseo de resolución es también fruto de mi rechazo a la situación. quiero resolverla para deshacerme de ella.  y este deseo de resolución me ha llevado por muchos caminos.

¿por qué quiero resolverla? - por miedo.  por miedo a que suceda alto terrible por no haberla resuelto. por miedo a estar en una situación en la que ya no deseo estar, pero sigo estando por sentirme atada, obligada, sin remedio.  por miedo a que nadie más me ame. por miedo a volver a aquellos tiempos del deseo sexual insatisfecho, la soledad, la neurosis, el agotamiento, la desesperación, la incomprensión. he estado observando todo esto.

hace algunas semanas se manifestaron los síntomas del ya conocido malestar.  me encontraba en fin de semana de entrenamiento y mi energía no era mucha.  estaba callada, observándome, observando lo que los otros activaban en mí. de pronto, una madrugada, medio desperté entre las primeras claridades del amanecer.  inmediatamente mi mente me remitió al malestar físico que experimentaba, ahí está, pensé, y acto seguido, mi mente, por primera vez en 4 años, de la mano de mis emociones, respondió: "está bien". 

Apr 4, 2014

cleopatra

Desde muy pequeña, establecí una relación muy cercana con los libros.  Tuve libros pequeñitos para la mano de un niño, llenos de lecciones y moralismos para formar el criterio de un joven ser.  Tuve otros de cuentos de ficción, fantasías, llenos de ilustraciones  Yo hacía todo tipo de interpretaciones y conjeturas al mirar las ilustraciones, y me quedaba largo rato estudiando los detalles de las imágenes.  Recuerdo un libro que tuve sobre bestias mitológicas, el Kraken, el Minotauro, el Ave Fénix, y eran muy breves los textos que acompañaban a las grandes ilustraciones. Tuve otro libro de leyendas dónde venían, por ejemplo, Tristán e Isolda, Semiramis, Rómulo y Remo, y otras.  Estas historias, a pesar de que yo no comprendía muy bien el mensaje de los textos, me ayudaron más tarde a interpretar la realidad, y sí, como dice el cliché, mis modelos de éxito, pareja, felicidad, plenitud se forjaron en gran medida en torno a las historias que ahí se relataban.

Recuerdo una especie de enciclopedia para niños dónde se describían las vidas de los personajes históricos, y, para mostrar al lector cómo eran sus vidas, se incluía un cuadro de algún pintor famoso. Ahí estaba el cuadro de Cleopatra, que se suicida por mordedura de serpiente.  Yo no comprendía quién era Cleopatra y por qué en el cuadro aparecía como una mujer blanca gordita, y no como las ilustraciones egipcias de los muñecos bidimensionales.  Pero eso no me era atractivo o repulsivo especialmente.  Lo que me volvía loca, era mirar el blanco pecho de la mujer recostada, la mirada lánguida y la cabeza caída, mientras brillaba el perfecto y voluptuoso -muy erótico- seno desnudo, y ahí mismo, a unos cuantos centímetros, la cabeza de la serpiente oscilando.  Ella misma, tomando a la serpiente con cuidado, me daba la sensación de ser amorosa con el objeto de su dolor y su muerte, no había un rictus de tragedia, ella parecía disfrutarlo. La escena me causaba una excitación y efervescencia.  ¿Se identificaban ya mis receptores de masoquismo?


Mar 13, 2014

sigo trabajando

De vuelta de la terapia me doy cuenta de que este post es parte de esos lugares que mental y emocionalmente quiero siempre encontrar: esos lugares dónde digo "yo puedo, yo lo supero fácilmente".  Si, hay una parte de mí que se siente como en ese post, de vez en cuando unos instantes, pero otra parte de mí no se siente así.  La terapeuta me hace notar que justamente lo que esta experiencia me invita a ser, es a ser vulnerable, débil, imperfecta.  Yo trato inmediatamente de negar la experiencia, de negar la enfermedad y acabar con el síntoma, otra vez quiero decir, "yo puedo" rápidamente, y también "yo soy fuerte, no necesito a nadie ni a nada", y finalmente "yo voy a vencer esto".  Precisamente hace unos días me acordaba de Orgullo y Prejuicio, cuando Darcy está practicando esgrima, y, pensando en Elizabeth, se retira de la duela diciendo firmemente, "I shall conquer this".

¿Qué pasa conmigo que me cuesta tanto trabajo mostrarme vulnerable?  Es una costumbre de toda mi vida, vaya, ni me puedo imaginar siendo vulnerable.  Cuando he hecho los ejercicios de terapia en grupo, y he descargado mi enojo de forma explosiva y brutal, he sentido como si perdiera la consciencia, como si todo se borrara y me olvidara de mí misma, como si perdiera piso.  La terapeuta me invita a quedarme con esa sensación desagradable de ser vulnerable, con la sensación desagradable de no ser perfecta, fuerte, autosuficiente, sólo a quedarme con la sensación, a permitirla, a no rechazarla.

Me cuesta un poco identificar ese lugar emocional, mi cerebro se adelanta a identificar un patrón o referencia para poder decir "estoy ahí, estoy sintiendo la vulnerabilidad", irónicamente tratando de hacer lo nuevo caigo en lo viejo, es algo que se cuela automáticamente bajo mi forma de ver las cosas, prácticamente todo. Tengo que detenerme un poco antes y sentir, no identificar, sino sólo sentir, y no adelantarme a rechazar y sentir algo deliberadamente, sino a sentir lo que sienta, sin tratar de hacer nada.  Esto también me cuesta trabajo pues tengo la costumbre de explicarlo y racionalizarlo todo o casi todo.

Debo tener cuidado, fácilmente me paso al otro lado de la balanza y me pongo en el lugar de la víctima. Entonces caigo en el "pobre de mí porque no puedo, pobre de mí porque soy vulnerable, pobre de mí porque soy débil".  El lugar de la víctima me lleva al juicio y a la auto-reclamación.  Caigo en un círculo vicioso de auto-recriminación.

Me tengo qué detener mucho antes.  Mi tarea es: notar cuando trato de ser invencible, no tratar de serlo, y sentir la vulnerabilidad.  Se dice fácil.

Mar 11, 2014

amarla

de pronto comprendí el sentido de la oración "amar a la Tierra".  creo que antes no lo había sentido.  no pude decir nada, ni siquiera tratar de describirlo. apenas le ponía palabras, salía mi proyección individual, mi ego salpicaba la emoción.  pero, si me apresuraba a ignorarlo y me concentraba en el inicio, podía sentir el corazón muy abierto, como si yo fuera la Madre y ella la Hija.  y podía amarla toda, toda completa, así como era, con todo, ahora. amar a la Tierra.

Mar 7, 2014

ejercicio

cerré los ojos y me remonté al momento en que pasó el virus a mi cuerpo. llevé toda mi consciencia a ese momento y, mientras él yacía sobre mí y dentro mío, recordé su ímpetu y su deseo intensos y profundos, el movimiento arrebatado y salvaje, la vida moviéndose a través de nosotros, nosotros vivos. en el ejercicio, lo miré a los ojos por unos momentos, y le dije con mi voz y mi corazón: te perdono. Inmediatamente después inhalé y miré hacia dentro mío, y con la misma compasión y amor que hacia él sentí, dije: me perdono. también me nació mirar al pequeñísimo virus en su poderosa existencia, y le dije: te perdono. recordé quién era yo en esos momentos: toda la ilusión y alegría por haberlo conocido, por haberlo encontrado. un deseo y amor quemantes refulgían en mi corazón y mi cuerpo, llenos de felicidad y gozo. ¡que se termine el mundo, estoy enamorada de ti!! y entonces fue aún más fácil entender que había sucedido, que así tenía que suceder. todo el río de amor no podía ser opacado por ese detalle. todo era hermoso y bueno, y todo estaba en su lugar. ¿cómo no perdonarnos?, si nos amo.

fue un ejercicio.

  

Jan 18, 2014

vida después de la muerte

Leo este tipo de cosas, igual que lo que dice Jasmuheen, el chavo de las ballenas, Judy Hall, en fin, todos mis "ídolos" espirituales y no puedo evitar pensar que hemos construído en el inconsciente colectivo espiritual, si es que algo así existe, que estamos en una especie de "misión", tratando de acumular "puntos", y que nuestro ego es tan, tan grande, que nos damos el lujo de creer que "entendemos" el sentido de la existencia, que sabemos que hay una especie de "misión", que además podemos decidir unirnos a ella o no, y que en caso de unirnos estaremos "abonando" a una causa final de mayor conciencia, mayor amor...pero, todo esto, no es una especie de auto-engaño, de construcción social, de explicación reduccionista?  Todo este choro de aumentar la consciencia, este "viaje", no es en verdad innecesario?  Al ver todo esto, por qué no nos es de sopetón evidente que tiempo, espacio, el yo, el ego, no existen, que la "realidad" que vemos son las sombras en la caverna, que el fuego es inconmesurable, que la esencia del Universo y toda existencia no puede tener "misión" u objetivo, que no puede tener ningún atributo humano, que tal vez ni vale la pena intentar comprenderla mientras estemos en este plano, en este cuerpo, que realmente muy poco vale a pena, y qué es lo que realmente vale la pena?  Cómo lograremos identificar qué vale la pena si nuestra mera esencia humana nos distorsiona todo?